El mito cristiano de María Magdalena ha fascinado enormemente a los
pintores europeos. En la imagen de la santa penitente confluyen tres
mujeres bíblicas diferentes: una prostituta arrepentida sin nombre
conocido mencionada en el evangelio de san Lucas (que fue confundida con
María Egipcíaca), María de Magdala (que fue testigo de la resurrección
de Jesucristo) y María de Betania (quien ungió los pies de Jesús con
perfume). El mito que aúna a estas tres figuras femeninas ha
cristalizado en una santa que sufre las penurias de su arrepentimiento
sumida en la melancolía. Los pintores con frecuencia la representaron
desnuda o vestida con lujo, en alusión a su vida como pecadora, con un
cráneo en la mano o a su lado. La Iglesia católica veía con sospecha,
como obras indecentes, las pinturas donde María Magdalena aparecía con
los pechos desnudos, o adornada y ataviada como una prostituta, pero en
la típica pose melancólica. Las expresiones eróticas de la melancolía
eran mal vistas por los censores católicos.
Una de las más
importantes representaciones de María Magdalena como melancólica fue
pintada por Artemisia Gentileschi, la gran artista barroca italiana del
siglo XVII. En realidad hay
dos cuadros atribuidos a esta pintora que personifican a la santa
melancólica. En una de las versiones la mujer que aparece sumida en su
pena tiene parte del pecho y el hombro desnudos. En la otra versión, que
se encuentra en la catedral de Sevilla, el pecho y el hombro de la
santa aparecen cuidadosamente ocultos por un paño colgante. Este último
cuadro es el original, y el otro, que se encuentra en el museo Soumaya
en la ciudad de México, es una copia de la misma época. Pero es evidente
que la copia revela que el original fue intervenido después de ser
copiado, para que pudiese entrar sin escándalo en los recintos sagrados.
En efecto, radiografías de la pintura muestran que el ropaje fue
ampliado para cubrir lo que la Iglesia consideraba indecente y
lujurioso. Lo más interesante es que, muy probablemente, fue la misma
Artemisia quien pintara la copia hacia 1622, antes de que el comprador
del cuadro, el duque de Alcalá y virrey de Nápoles, se llevara el cuadro
a su colección (según lo explica la historiadora Mary D. Garrard en su
libro Artemisia Gentileschi around 1622: The shaping and reshaping of an artistic identity,
Oakland, University of California Press, 2001). Seguramente tuvo una
nueva encomienda de pintar a una Magdalena melancólica, y por ello copió
ella misma su obra primera. La obra fue a dar, no se sabe cómo, a una
colección privada en Lyon; después fue adquirida por Carlos Slim para el
Soumaya.
La primera Magdalena de Artemisia Gentileschi, que fue
llevada a España, sufrió una intervención que eliminó las implicaciones
eróticas de la santa. Estas mutilaciones han sido muy frecuentes.
Recordemos, por ejemplo, que por órdenes del papa Pío V un discípulo de
Miguel Ángel, Daniele da Volterra, cubrió con paños los genitales de las
figuras desnudas de El juicio final. Por ello, el pintor que
sobrepuso calzones a los personajes que pintó Miguel Ángel en la Capilla
Sixtina fue conocido como Il Braghettone. Las restauraciones modernas
no han logrado eliminar todas las veladuras.
Se cree que la copia
de la Magdalena melancólica fue hecha por la misma Artemisia porque en
ella la santa tiene un rostro diferente; un copista normalmente hubiese
copiado los rasgos originales, sin crear un personaje nuevo, con la cara
más redonda, la nariz más puntiaguda, la boca más curvada hacia abajo y
los ojos más grandes con párpados pesados. La primera Magdalena tiene
una actitud soñadora y sensual; en la copia su rostro es adusto y
desconsolado. Las dos caras de la melancolía que pintó Artemisia
reflejan posiblemente su propia experiencia como “pecadora”, ya que
sufrió de muy joven una violación y tuvo que enfrentar un largo y penoso
juicio promovido por su padre contra el violador que se negó a casarse
con ella.
Fuente: letraslibres
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